A principios de los años 90 se descubrió en el sureste de Francia un huevo de dinosaurio. La ausencia de huesos en el nido que pudieran corresponder a los progenitores y la pérdida de restos embrionarios en el interior del huevo que ayudaran a su identificación, hizo imposible relacionarlo con el dinosaurio que lo puso. Habitualmente asignar a un dinosaurio o un grupo de dinosaurios concreto un huevo hallado en excavaciones es una tarea extremadamente complicada para los paleontólogos, pero investigadores del Institut Català de Paleontologia Miquel Crusafont (ICP) lo han logrado.